El bigotudo ariete del Bohemians se había convertido en un innovador. Cansado de que el meta de su equipo, Zdenek Hruska, le adivinara sus intenciones a la hora de enfrentarse al penalti, Panenka ideó una manera, algo sorprendente, y que, con mejor o peor suerte, una legión de atrevidos imitadores la han seguido a partir de entonces.
Panenka lo explica en una entrevista publicada en la revista especializada que lleva su nombre y que, aprovechando la efeméride, verá la luz. "Solía quedarme con el portero después del entrenamiento y hacíamos pequeñas apuestas en las tandas de penaltis (cervezas, chocolate...). El meta era bastante bueno y casi siempre me ganaba", ha explicado.
Hasta que una noche Panenka, dándole vueltas al asunto, encontró la forma de engañar a Hruska. "Pensé en ese tiro centrado y flojo, que sorprendería al portero ya vencido a un lado", ha recordado. La sangre fría de Antonin Panenka eligió su revolucionaria idea para llevar a la práctica. Era la final de la Eurocopa de 1976, acababa de fallar el anterior penalti de la tanda el alemán Uli Hoeness y si marcaba, la gloria sería para él.
Dice que no se arrepiente del momento elegido. "Siempre he entendido el fútbol como una manera de divertirme", ha asegurado Panenka, quien ha comentado que cuando sigue una tanda de penaltis, más que fijarse en el lanzador, lo hace en el portero. "No veo quién los tira, sino cómo se comportan los porteros. Y tal y como se tiran, creo que mi método sería exitoso en un noventa por ciento de los casos", ha explicado en la entrevista que Efe ha recogido.
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